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Hiels Henrik Abel. Un genio sin suerte

jueves, 30 de julio de 2009

Niels Henrik Abel (1802-1829) fue un matemático noruego (aunque nació danés y murió sueco) que nació, desarrolló su carrera y murió en los primeros años del siglo XIX. Es contemporaneo de Byron, de Espronceda, Beethoven y de E. Galois, otro matemático francés con cuya vida guarda ciertos paralelismos: Ambos murieron muy jóvenes, ambos trabajaron en la resolución de ecuaciones de grado mayor que 5, y ambos representan el modelo de intelectual romántico que tanto se llevó en su tiempo.

El nombre de Abel está relacionado con muchas estructuras algebraicas, algunos teoremas sobre ecuaciones y en muchos conceptos astronómicos (uno de los mayores cráteres de la luna lleva su nombre) y los matemáticos le rindieron homenaje dándole su nombre en 2002, para celebrar el bicentenario de su nacimiento, al premio equivalente al Nobel de Matemáticas (¿Sabian que no existe, ni existirá jamás el premio Nobel de Matemáticas? algún día les hablaré de eso).

Tal vez los que sufrieron de pequeños aquella locura llamada Matemática Moderna recuerden el nombre de Grupo Abeliano.¿Si? pues es de ese Abel del que vamos a hablar.

La vida de Abel estuvo marcada por la mala suerte. Le tocó nacer en lo que hoy llamariamos una familia disfuncional, con su padre y su madre alcohólicos. Su padre, que era pastor protestante y político aficionado que defendió la causa de la independencia de Noruega, murió cuando el joven Abel apenas tenia 13 años y hasta que cumplió los 19, en su familia se pasaron mucha dificultades económicas, aunque sería más exacto decir que pasaron hambre. Afortunadamente, Abel pudo continuar sus estudios y a los 19 años consiguió una beca que le permitió matricularse en la Universidad de Oslo.

En Oslo destacó por su capacidad en Álgebra y en concreto en la resolución de la ecuación de quinto grado. En una ocasión creyó haber encontrado la fórmula que resolvía las ecuaciones de quinto grado, pero analizando sus soluciones llegó a la conclusión de que eso era imposible, y, en paralelo con Galois, al que jamás conoció demostró la imposibilidad de su resolución. Publicó sus descubrimientos en 1824 con un lenguaje tan poco claro que no fue capaz de hacerselo entender a nadie de su entorno. Ese lenguaje oscuro se convirtió en la marca de la casa y posiblemente la causa de que su trabajo no fuera reconocido hasta mas de 20 años despues de su muerte.

En el siglo XIX ser noruego no era precisamente una ventaja, así que si el joven Abel quería codearse con la élite matemática tenía que ir a Alemania o a París, así que cogió sus trabajos mas importantes (sobre una cosa llamada funciones elípticas) y con la exigua beca otorgada por el gobierno Sueco se lanzó a la conquista de Alemania. Antes de partir, y a modo de carta de presentación envió a Gauss un tratado sobre funciones elipticas, que este jamás leyó (probablemente lo perdió o ni siquiera lo recibió). En Berlín, mientras aguardaba la respuesta de Gauss, Abel conoció a Crelle, ingeniero (construyó el primer tramo de ferrocarril de Alemania) y aficionado a las matemáticas que fundó la revista matemática mas importante de la época: El Journal de Crelle.

La amistad con Crelle le duró a Abel toda su vida, y, más allá de su muerte, Crelle se ocupó de que Abel recibiera el reconocimiento que se merecia y que en vida se le negó. Durante seis meses Abel publicó de manera constante en el Journal, pero eso no le daba para vivir. La beca se le estaba acabando y su salud empezaba a resentirse de las dificultades que padeció en Berlín (vivió durante varias semanas en la calle).

Decepcionado por el silencio de Gauss decide irse a París, donde trabajaban los “otros” grandes de la matemática: Legendre, Fourier y Cauchy. Abel envió una memoria de sus trabajos a la Academia de Ciencias de París solicitando una plaza de profesor, o una beca o algo que le permitiera seguir sus trabajos. Fourier, secretario de la Academia de Ciencias de París, encargó a Legendre su evaluación. Legendre recibió la memoria y, sin leerla, la perdió. En su descargo hay que decir que tenia mas de 70 años y que no estaba ya por la labor de descubrir jovenes talentos. De hecho murió seis años despues.
Cuando Abel se interesó por el asunto, Fourier le pidió que la reenviara de nuevo, y en esta ocasión le encargó a Cauchy que la evaluara. Cauchy era un gran matemático, pero no era una buena persona, es probable que Cauchy descubriera al genio que tenía delante y decidiera esconder esos papeles o posponer la decisión sobre Abel indefinidamente porque aspiraba al “trono” de Fourier (Presidir la academia de Ciencias) y un tipo como Abel posiblemente le hubiera apartado de la carrera o al menos le hubiese hecho sombra. Para hacernos una idea de quien estamos hablando: Cauchy fue denunciado por uno de sus alumnos por apropiarse de sus resultados y publicarlos con su nombre. El caso es que los papeles, en manos de Cauchy desaparecieron de nuevo.
Mientras tanto, Abel en París sobrevive como puede gracias a las ayudas que le prestan jovenes matemáticos como Crelle, Poisson y, especialmente, Jacobi. Pero hasta las voluntades mas firmes se quiebran y en 1826, menos de un año despues de haber llegado a París, Abel, gravemente enfermo de tuberculosis (era romantico hasta para las enfermedades) decide volver a Noruega. Allí, cargado de deudas acepta cualquier trabajo que le sale al paso, desde maestro de escuela hasta conductor de trineos.

Sin embargo, Crelle, su mejor amigo siguió moviendose para conseguirle un trabajo que le permitiera vivir de las matemáticas, y, finalmente, le consiguió una plaza de profesor en la Universidad de Berlin, puesto que le hubiera garantizado una buena posición económica para el resto de sus días.
Desgraciadamente ya era demasiado tarde: Abel murió prácticamente en la indigencia, enfermo de tubrculosis en abril de 1829. Dos días despues de su entierro, se recibió en su domicilio la carta con el nombramiento de la Universidad de Berlín.
Una vida triste, presidida por la mala suerte, la del hombre que podía haber sido el mejor matemático del siglo XIX, y digno heredeo de Gauss.

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